Eterno inmaduro

“Tienes que madurar Yabé ya tienes 13,500 millones de años, no puede ser que aún no trasciendas como el resto, ¿Cuándo piensas ocuparte de asuntos verdaderamente importantes?” Estas eran las palabras de Integ-lish a su pobre amigo cada siglo al comprobar su estado sin una mayor respuesta.


Yabé desde su aparición en el cosmos había sido distinto que el resto de los eternos omnipotentes, era más retraído, serio, carecía de empatía con los de su especie, dramático como ninguno y estaba obsesionado con las insignificancias del universo, un completo ridículo en la opinión de otros, pero todo esto estaba infundado, a diferencia de los demás Yabé no se originó con todos en el centro del universo, en el Big Bang, por alguna cuestión increíblemente azarosa Yabé apareció en un lugar remoto del universo, en un lugar oscuro y solitario dónde no había más que un sistema solar que se formó posteriormente, aislado del resto de su especie, por lo que durante los millones de años que le tomó a su especie volverse consientes de su propia existencia, mientras los demás comenzaban a sentirse poco a poco. Yabé por eones no hizo más que contemplar su sistema solar, rocas inertes sin ningún cambio, hasta que un día pasó algo nuevo, la vida, el primer evento que realmente impresionó a Yabé, en cuanto la primer célula comenzó a multiplicarse Yabé sintió la emoción más fuerte que había sentido nunca, la emoción misma, desde entonces observó con más atención ese planeta hasta que los primeros animales comenzaron a recorrer su superficie, sin embargo un día ocurrió algo que el aún prematuro ente no esperaba, un asteroide golpeó al planeta y todos los animales murieron, este acontecimiento puso triste a Yabé y lo hizo entrar en una cólera tan grande que liberó una cantidad de energía enorme que para su sorpresa, causó que algunas moléculas se fusionarán y crearan las primeras proteínas que poco a poco generaron vida y el ciclo comenzó de nuevo, Yabé acababa de descubrir la creación, con el tiempo aprendió a manipular su energía para transmutar metales, podía mudar protones para convertir rocas en oro y montañas en agua, todo a cambio de un poco de energía, energía que le sobraba, Yabé estaba emocionado, podía crear nuevos mundos y llenarlos con materia animada por el cosmos y eso empezó a hacer, recorrió galaxias creando vida sencilla hasta que en unos cuanto millones de años se topó a otro de su especie, otro ser oscuro llamado Integ-lish, de inmediato Yabé le mostró lo que él podía hacer con sus animales y planetas, las tormentas que podía producir y los mundos que podía destruir, pero Integ-lish no estaba sorprendido en lo absoluto, este le preguntó su nombré, a lo que Yabé le respondió que se le había ocurrido llamarse así, este hecho sí que sorprendió a Integ-lish pues no correspondía a los nombres de las otras entidades, de inmediato Integ lo llevó con el resto de los entes de energía oscura quienes reaccionaron igual que él, no podía ser posible que existiera otro como ellos sin que lo supieran, Yabé estaba en un inicio emocionado, quería mostrarles lo que sabía hacer pero se llevó una enorme decepción cuando se dio cuenta que lo que él hacía no era nada para los demás, de hecho era ridículo, los demás le explicaron a Yabé que hacía cientos de millones de años que ellos pasaron por eso pero que ya lo habían dejado atrás, habían llegado a la conclusión de que las otras formas de vida no son interesantes para ellos pues ni siquiera son capaces de percibir su presencia y a diferencia de ellos, perecen en apenas un instante, los problemas que de verdad les importaban eran mantener el equilibrio entre fuerzas de atracción y repulsión en el universo, ajustar y calibrar sumatorias de líneas temporales para un balance adecuado entre paz y caos, corregir aberraciones creadas por efectos macroscópicos de superposicionamiento cuántico y sobre todo, el mayor de sus problemas, buscar la forma de evitar que la entro pía del universo culmine con todo lo que en él existe. A Yabé esto le pareció irrelevante, por una lado porque él aún no era capaz de comprender los temas de los que hablaban y por otro porque simplemente se le hacían aburridos, así que decidió simplemente volver a uno de los sistemas en los cuales había sembrado vida y se quedó ahí, triste, inmóvil, estaba destrozado, se sentía tan mal que sus liberaciones de energía comenzaron a ser involuntarias y leves, causaba temblores sin quererlo, tormentas, erupciones volcánicas en los planetas cercanos y así pasaron 200 millones de años más, tiempo en el que Yabé ni siquiera quiso mirar, los demás lo buscaban para pedirle cooperación pero él se negó, cuando al fin abrió los ojos decidió mirar al pequeño planeta azul que tenía delante y se sorprendió cuando vio en él a dos animales comunicándose entre sí, algo totalmente nuevo en su infinita existencia, quiso mostrarle a los otros pero ya nadie lo tomaba en serio, todos lo discriminaban, lo veían como un inferior y además, probablemente de mostrarles no se sorprenderían, pues seguramente ellos ya habían visto algo así, pero esta vez Yabé no sé dejó desilusionar y siguió viendo a estos interesantes seres interactuar, incluso comenzó a ayudarles y gracias a esto ellos lo reconocían como a un Dios y lo alababan, con el tiempo Yabé se dio cuando que en estos pequeños seres se encontraba toda la aceptación y reconocimiento que jamás tendría frente a su especie, y así pasaron los siglos, Yabé jugaba con los insignificantes humanos mientras los otros se ocupaban de cosas realmente importantes, lo que los demás no entendían era que no era sencillo jugar con los humanos, puesto que ellos constantemente intentaban matarse entre sí y esto también le parecía entretenido a Yabé por lo que apoyaba a quienes más le agradaban, favoreciendo a unos y condenando a otros, sus tics nerviosos seguían haciéndose presentes en forma de desastres naturales pero los humanos siempre hallaban la forma de sobrevivir, incluso lograron salir de su planeta pero aún así, no eran capaces de verlo, estaban muy lejos de tener el nivel de Yabé por lo que no eran capaces de comprenderlo pero aún así, Yabé les tenía cierto cariño que a veces se veía opacado por cólera cuando los otros de su especie lo despreciaban y los humanos terminaban pagando por ello pero aún así Yabé sabía que no debía extinguirlos o se quedaría solo.

“Tienes que madurar Yabé ya tienes 13,700 millones de años, no puede ser que aún no trasciendas como el resto, ¿Cuándo piensas ocuparte de asuntos verdaderamente importantes? De verdad nos vendría bien tu ayuda, ¿No crees que ya te has divertido lo suficiente? Ni siquiera te importan realmente los humanos, los demás creen que eres patético y yo les digo que ya creerás pero ni siquiera el universo es eterno y tú sigues como siempre, necesitamos tu ayuda o todos pereceremos, piénsalo, es como si uno de tus pobres humanos se dedicara a jugar con las hormigas mientras los demás se ocupan de mantener el mundo ocupando oficios y profesiones, las hormigas no son capaces de entender lo que es un humano, así como ellos jamás serán capaces de comprender lo que somos tú y yo, así que vamos, deja a los pobres humanos en paz y ven con nosotros, aún podemos incluirte en nuestra labor. ¿No? ¿Ni una palabra? De acuerdo, volveré el próximo siglo, o quizás el próximo milenio, tus humanos podrán haberse propagado por varios sistemas, pero jamás saldrán de la galaxia y algún día morirán."



Escrito por Alfredo Fernández